Esta es una historia de esas que quedan marcadas a fuego, casi como una eternidad diría Juanse, de Los Ratones Paranoicos.
En uno de mis viajes a la ciudad de Buenos Aires me dirijo a Once. Uno de los cien barrios porteños llenos de historia y misticismo de los que tanto se hablan. Caminé varias cuadras de donde me alojaba. Iba ansioso, mirando esos paisajes de cemento típicos de una capital, pero nada me detenía. Estaba en búsqueda de una cigarrería muy especial, una de esas que son “atendidas por sus dueños”. Caminé por varias cuadras más y según mi mapa, había llegado a destino. Catamarca 211 sí, estaba ahí. Una fachada típica de un local de Buenos Aires de antaño. Combinación de madera con vidrio, vidriera con cigarros, fotos y algún que otro petate.
La puerta del local estaba entreabierta unos 40 cm. Intento ingresar a lo guapo pero no, una traba de hierro me lo impidió.
Lo primero que me entero es que la puerta estaba así entreabierta porque oficia como ventilación y además como seguridad para que no entren los “chorros” o ladrones, para que me entiendan. Sin salir del asombro de que el mismísimo Don Roberto Rodríguez Pardal me abriera la puerta y me invitara a pasar a su templo, de repente me encontré sentado, con un cuarto de corona entre mis dedos y un encendedor en la otra mano. No entendía nada. Se me estaba cumpliendo un gran sueño de mi nueva vida de fumador. Conocer a la leyenda de tabacos de Argentina, y qué digo de Argentina, del mundo del tabaco en general. No supe que decir por un largo rato, mucho menos preguntar. No hizo falta, Don Roberto comenzó a contarme historias y anécdotas mientras a su vez atendía a sus clientes de toda la vida.
En un descuido en el que el da una bocanada a su puro le digo:
Fue como un baldazo de agua fría. Entendí que por eso es una leyenda. Entiende todo. Sin embargo nunca me hizo sentir incómodo por la pregunta, al contrario, sonrió y me cambió de tema. Claro, uno va con toda la sabiduría aprendida recientemente a querer increpar a una leyenda. Que ridículo ja. Mientras atiende otro cliente, comienzo a enviar mensajes y fotos a mis amigos de fumada.
Nico!! pregúntale esto, pregúntale lo otro. No tuve tiempo. Solo quería escuchar sus historias. Termine mi cigarro, me ofreció otro.
Lo mas lindo de todo fue que además de sacarme mas de mil fotos y escuchar casi mil historias, luego de casi dos horas y media de charla, mientras me hablaba marcaba con un laser las fotos o recortes periodísticos que avalaban su anécdota. Increíble! Cómo si uno fuera a dudar. Por último y cerrando ya mi historia tan hermosa, rescato dos relatos que me fascinaron: La del abuelo que había viajado de España a Cuba y luego de Brasil a Argentina en donde me desarrolló la historia de Cigarros Manrique, y además una muy particular que le pasó con el famoso Anthony Quinn en la grabación de una película, allá por los años 60 o 70. Por supuesto no voy a develarlas como así tampoco el truco de magia que me hizo con un cigarro y un puñado de humo que me dejó perplejo. Les dejo que visiten la tienda o le pregunten en alguna charla por zoom. Gracias Don Roberto por su paciencia, su amabilidad, sus historias, sus ricos tabacos y por hacerme sentir alguien importante en este mundillo. Como dije anteriormente, cumplí uno de mis sueños mas nuevos, conocer en persona a la quien mas sabe de tabacos en la Argentina.
¡Qué vuelen los Humos!